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domingo, 23 de diciembre de 2007

Mis primeras experiencias.

Y les quiero contar qué experiencia maravillosa es poder despertar el interés por la lectura y la escritura en los niños contando nada más que mi propia experiencia.
Por intuición, más que por conocimientos, cuando me acerqué a los niños de la Escuela Nº5 en el año 1994, un 5º y un 6º año: leí muchos cuentos. Leí poemas, leí canciones, leí novelas por capítulos, leí montones de cuentos, y narré sin libro.
Uno de los juegos que comenzaron mi historia como tallerista de niños en la escuela pública fue:
Qué me gustaría hacer cuando estoy muy enojado?
O mejor:
¿ Cuándo mi mamá está muy enojada, en qué me gustaría transformarme?
Habíamos leído algunos capítulos del libro Alicia en el país de las Maravillas de L. Carrol, y aquello de las mutaciones de la protagonista les gustó a los niños. Y ése fue el primer cuento que surgió en una clase en forma espontánea y jugando con ellos nacieron bellísimos relatos.
El juego era poder transformarse con total libertad pero, también estaba la madre, esa madre que somos todas cuando se nos acaba la paciencia, cuando los niños nos superan y entonces, así de malas, qué hijo no desearía a esa edad sufrir una metamorfosis casi kafkiana para evitar la reprimenda, o algo peor?
Lo único que pedí fue:
1. Respetar la pregunta como idea central del cuento.
2. Un relato breve de una página como máximo.
3. Resolver el final volviendo a ser el niño/ a que eran.

Así surgieron ideas interesantes: desde transformarse en ratón, porque saben que las madres tienen pánico a ellos, o transformarse en pájaro para perderse en la inmensidad azul del aire. Los hubo que se transformaron en garrotes, niños golpeados quizá, para castigar a la madre.
De esos relatos, uno de ellos, de una niña de 10 años, ganó la posición en la Muestra Internacional de PIALI para Uruguay. Lorena escribió un cuento bello donde decía que un día
había tirado un florero en su casa, la madre la persiguió para castigarla y ella, en el patio, se transformó en libro. La madre se enojó más aún: esta niña además de torpe es descuidada, dejó un libro tirado. Pero ese libro, que la madre recogió, se trataba de cómo enseñarle a una hija sin castigarla. Así, cuando la madre concluyó de leer, ella pudo volver a ser niña, abrazarse con su mamá y entenderse.
A partir de ese año, siempre leo cuentos que contengan alguna transformación, y propongo a mis alumnos realizar un relato similar, dando las mismas pautas. El ejercicio resulta divertido, siempre suele ser una especie de catarsis para el niño, y tengo buenos recuerdos de estos relatos.
Otros de los ejercicios que casi siempre repito por lo exitoso son los del espejo y los de la llave.
Llego a ellos por el mismo camino: leer cuento o poemas con espejos, y si de Blancanieves se trata para niños más grandes hay parodias muy cómicas para leer sobre el famoso espejo de la madrastra. También tiene Alicia un segundo tomo que pasa al otro lado del espejo, se pueden leer partes, éste libro es algo complejo para algunos niños de éstas edades. Y hay bellos poemas que hablan de espejos y pasar al otro lado para mirar el mundo sin que nos vean los adultos resulta ser un estímulo que los pone a pensar y escribir.
El juego de la llave lo hago con una llave muy antigua: es grande y está algo oxidada. La muestro y propongo abrir las puertas de un sótano abandonado. En forma oral les pido que me digan que hay ahí. El sótano es oscuro, que sienten, hay humedad, que pueden llevar en un bolsillo para ver mejor?. Bajamos las escaleras, que cómo son? y luego? qué hay en el sótano? Baúles, cajas, todo un mundo para abrir y contar.
Han surgido cajas con cartas de amor de la abuela con un novio de cuando era niña.
También hemos encontrado baúles con ropa de otras épocas que nos ponemos para disfrazarnos.
Acá surgen miles de propuestas.
Este trabajo siempre lo hago en forma oral, entre todo el grupo va surgiendo el relato.
Pero la propuesta luego es abrir otra puerta, cualquiera, la que ellos quieran. Y ustedes no saben cómo trabaja la imaginación de los niños. Si pueden realmente estimular ese pequeño margen de imaginación con relatos previos surgen cuentos hermosos. La consigna de abrir una puerta: mirar y sentir lo que ven, y encontrar algo que tenga una historia.
Estos talleres suelen ser algo ruidosos, lejos de la pedagogía básica, más cerca de lo imaginario e irreal que de lo que el maestro propone a diario. Como las consignas quedan abiertas y se valora el trabajo por la imaginación, luego se corrigen las famosas faltas pero nos son excluyentes, surgen como dije buenos trabajos.
Pero acá recién iniciaba yo mis primero pasos, luego técnicamente vendrían más formas de estímulo. Sin embargo todas ellas tienen como proceso normal, leer mucho antes de una propuesta, leerles en voz alta, narrarles o dejarles pequeños relatos para leer en equipo o personalmente, eso depende del grupo y de la forma que uno como tallerista encuentra.