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miércoles, 6 de febrero de 2008

Jugando con las palabras.

Poco a poco fue naciendo en la Escuela Nº 5 de Salto el primer taller lúdico de escritores.
Al año siguiente fueron naciendo en otras escuelas y en el año 1996 y 1997, nació en la Biblioteca Municipal Felisa Lisasola, el primer taller de literatura para niños de 7 a 13 años.
El taller funciona una vez en la semana. Se pide a los docentes que seleccionen aquellos niños que puedan tener interés. Ya que el taller es una extensión de los servicios de la Biblioteca, son gratuitos, y por tanto, prefiero que sean niños que ya tengan la inclinación o el deseo de participar.
Ningún taller de escritura para niños, que tenga estas características, puede nacer del rigor curricular, de una planificación estricta, ni de un método pedagógico.
Como decía anteriormente estos talleres son de corta vida en la historia de la formación de escritores. Pedagógicamente sabemos de la importancia que tiene en la vida del estudiante el poder explicar por escrito lo que razona. Sin embargo, sabemos poco a cerca de cómo hacer para que disfruten escribiendo sus desopilantes sueños, su mundo patas arribas, sus temores y sus deseos.
Por eso, el rigor no existe en este tipo de talleres. Más bien es un fluir, un darse y dejarse dar, tiene siempre más características de juego que de clase curricular. Es un conocimiento siempre renovado, que se acrecienta en la medida que el niño/ a comienza a confiar justamente en eso: no tendremos rigor escolar, aceptaremos sus propuestas, los dejaremos probar todas las fórmulas por más absurdas que parezcan. No pondremos notas. No calificaremos. No haremos que su trabajo luzca cómo éste o áquel, sino que los aceptaremos y simplemente opinaremos sobre él.
No haremos el trabajo de nadie: sólo seremos el arco, la flecha serán ellos y nosotros sólo podemos mostrar el principio del camino, luego ellos dejarán allí sus propias huellas.
Superada esta pequeña empresa, que puede parecer muy sencilla pero es difìcil por nuestra propia formación si somos docentes: lo otro, lo segundo, es que para estimular el hábito de escribir siempre comenzamos estimulando el hábito de leer.
Porque como adultos sabemos que son la misma moneda en sus dos faces pero, el niño/a, deben de recibir mucha lectura para llegar a disfrutar de ese derecho de conocer lo que para ellos hay escrito y más aún, para poder contar con el disparador efectivo de la palabra escrita.
Hoy les voy a contar un juego que suelo hacer con niños de 12 y 13 años y que siempre me ha dado resultados.
Generalmente leo algunos mitos y leyendas. Recomiendo aquí los mitos que ha recreado Graciela Montes en la Editorial Colihue. Leyendas de nuestro país, toda América Latina es muy rica en leyendas que tienen raíces aborigen, así que cada quién en su lugar puede encontrar muchas.
Leemos varias leyendas y varios mitos. Luego trabajo en forma oral con ellos las características principales que los diferencian.
Hablamos del mito como algo que trata siempre de un dios, semidios, o héroe lengedario, éste personaje casi siempre encuentra la muerte al final.
La leyenda en cambio pudo tener una fundamentación real pero, luego toma diferentes caminos y se hace fantástica e irreal, sin embargo puede tratarse de cualquier animal, planta, persona, la leyenda es popular y no necesita el super héroe muerto en su final.
Cuando los chicos/as, han comprendido estas diferencias hacemos dos juegos, justamente en equipo y diviendo la clase de taller en dos:
1. Un equipo buscará leyendas lugareñas y las recreará en forma oral o escrita. ( la recreación oral acepta la narración en grupos o teatralización)
2. Otro equipo escribirá todos sus nombres alrevés, letra por letra y construirá un mito, donde el héroe o la heroína muera al final.
Son dos juegos lindos, sencillos, que para niños de estas edades resultan graciosos y de interés.
Del primer juego han surgido muchas historias lugareñas, generalmente de muertos y aparecidos, que luego resultaron mucho más conocidas de lo que creíamos: hasta las encontramos similares en Internet, lo que nos sorprendió y ayudó a que comprendiéramos que las mismas no son tan " locales" como creíamos sino que el ingenio popular las trajo de muy lejos.
Con el otro juego, han aparecidos historias muy lindas ya que los nombres de los niños/as, al conjugarlos al revés, tienen acentos de tierras lejanas, incluso el nombre de nuestra ciudad y del país, resultan tan extraños al ser nombrados letra a letra de atrás para adelante que la historia mitológica va naciendo casi sin temores.
En la próxima entrada iré contando juegos con los más pequeños.